Texto escrito para Caracas Chronicles. Imagen de ModoGráfico.
Dos bomberos fueron encarcelados por comparar a Nicolás Maduro con un burro. La risa es una manera tradicional de criticar el poder, ¿pero puede iniciar un movimiento político? Sí puede, solo si alrededor le construimos un discurso.
“A ver, ¿cómo hacemos las cosas graciosas?”
Esa es la pregunta que cualquier comediante se hace a sí mismo. Pero un comediante venezolano necesita hacerse otra pregunta: ¿cómo podemos seguir haciendo las cosas graciosas?
Venezuela está llena de malas y tristes noticias. Dondequiera que miremos, vemos migrantes que caminan, testimonios de hambre, suicidios, o inclusive algo peor: Maduro tomando decisiones. Espacios de entretenimiento, como las redes sociales, ya no son lugares para relajarse. Twitter es una farmacia, Instagram y Facebook son catálogos de gofundmes para gente con enfermedades y WhatsApp es el pasillo de rumores y cadenas preferido de las tías, que generan ansiedad y desesperanza.
Un comediante tiene que hacer reír a la gente en ese contexto. No es difícil, no me malinterpreten, pero es bastante delicado.
¿Significa esto que el sentido del humor venezolano nos hace adaptarnos al colapso generalizado y la creciente crisis debido a que los venezolanos no nos tomamos nada en serio?
La semana pasada, los bomberos Carlos Varón y Ricardo Prieto, fueron encarcelados en Mérida por mofarse de Nicolás Maduro. Podrían enfrentar hasta 20 años de cárcel por el delito de “incitación al odio”, luego de comparar a “Su Majestad” con un burro. Esto es una noticia absurda y triste, pero eso no la hace menos real. Nos hace sentir que vivimos en una comedia escalofriante. ¿Cómo se supone que un comediante haga reír, si las noticias son chistes tristes que dan miedo?
Los psicólogos dicen que el humor es un proceso defensivo que nos salva del sufrimiento. Contribuye a nuestra salud física y mental y nos ayuda a adaptarnos a las adversidades de la vida. Si no podemos cambiar una situación que produce dolor, podemos cambiar nuestra actitud hacia la desgracia. El famoso psiquiatra Viktor Frankl dice: “El humor es una de las armas del alma en la lucha por su supervivencia; le da la distancia adecuada hacia su sufrimiento”. Lo dice un hombre que sobrevivió el Holocausto y repetidamente sufrió humillaciones.
¿Significa esto que el sentido del humor venezolano, el chalequeo y la mamadera de gallo, nos hace adaptarnos al colapso generalizado y la creciente crisis debido a que los venezolanos no nos tomamos nada en serio? Podría, si disparamos por la culata esta gran arma política. Pero también nos puede ayudar a conquistar la libertad, si la usamos apropiadamente.
Según Freud, “El humor no es resignado, sino rebelde”, y Hannah Arendt piensa de la misma manera. Ella argumenta que la risa es subversiva y que “es la mejor manera de minar la autoridad”. Otros psicólogos dicen que el humor en contra de los opresores es una manera de preservar la cohesión moral del grupo, al igual que ayuda a tener un sentido de esperanza y de auto-respeto. Los poderosos saben esto y no lo encuentran nada gracioso. Ellos entienden el poder político de la risa.
La risa es una emoción liberadora. Suelta endorfinas, el neurotransmisor del placer, y reduce el cortisol, la hormona del estrés. Cuando reímos, nos sentimos bien. Es una amenaza indisputable hacia un gobierno ilegítimo que sabe que su poder reside en el terror. Maduro quiere que le tengamos miedo. Si le tememos, somos fáciles de controlar. Si nos reímos de él, despreciamos su cuestionada autoridad y superamos el miedo.
Esto significa que los dos bomberos hicieron un mejor trabajo en hacer a Maduro un hombre menos poderoso que la Asamblea Nacional declarando el abandono de cargo.
La risa puede hacer que una sociedad se conecte en un sentimiento en contra del poder ilegítimo, si el chiste apunta en esa dirección. Es sabido que la ira y la indignación son grandes emociones que inician movimientos políticos de cambio. Pero, ¿el humor puede movilizarnos políticamente? La psicóloga Barbara Fredrickson dice que las emociones positivas como la risa y la hilaridad pueden “amplificar el foco de atención del individuo, permitiéndole una manera más flexible y creativa de resolver conflictos”. Entonces sí, el humor puede ayudarnos a cambiar, pero solamente si construimos un discurso político a su alrededor.
Un buen chiste político es aquel que revela la indignidad del objeto del chiste; y un gran chiste político es aquel que refuerza nuestra ira hacia el objeto del chiste.
Pienso en Nanette, el espectáculo de comedia de Netflix de Hannah Gadsby, que es una declaración política sobre el feminismo y la justicia social. Ella dice “la risa no es nuestra medicina, las historias tienen nuestra cura”, y yo pienso que tiene razón. En ese espectáculo, ella se burla de su look de lesbiana masculina y nos dice que se retira de la comedia porque está cansada de humillarse a sí misma para hacer reír a la gente. Al final, nos revela su historia personal, la violaron y la criminalizaron por ser gay en su pequeña ciudad, ubicada en la conservadora Tasmania.
Este espectáculo causó tanto revuelo que Gadsby decidió no retirarse de la comedia. Ganó una audiencia mayor y aumentó el foco de atención hacia un movimiento político. No es ninguna broma.
Para ser justos, su espectáculo no es tan gracioso. Netflix nos engañó. No es un show de comedia, es de política. Ella usa el humor para comunicar mejor sus ideas, pero todo el punto de su discurso es mover a la gente. Conmoción es la palabra que estoy buscando. La etimología de conmoción en español tiene dos niveles: en el individual, significa causar sentimientos fuertes y profundos, y en el nivel social sugiere actividades políticas: agitación, movimiento violento, disturbios, mover, remover.
Todo esto significa que un buen chiste político es aquel que revela la indignidad del objeto del chiste; y un gran chiste político es aquel que refuerza nuestra ira hacia el objeto del chiste. El humor político necesita tomarse en serio a sí mismo.
Como el escritor Malcolm Gladwell destaca: “la sátira funciona mejor cuando el satirista tiene el coraje de ir más allá de la risa”. Un buen ejemplo de esto es el discurso final de El Gran Dictador, de Charlie Chaplin.
¿Cómo puede el humor ayudarnos a hacer política en nuestro divertido pero triste país, donde reímos para no llorar? Necesitamos discursos políticos que nos conmuevan y nos hagan sentir solidarios con el sufrimiento de la gente, pero también necesitamos un buen sentido del humor para defender nuestra psique del terrorismo de Estado. Ahora, ¿los políticos podrían empezar a hacer política con humor? ¿Los diputados van a darle la bienvenida a un burro a la Asamblea Nacional en enero de 2019 para escuchar su anual Memoria y Cuenta?
Tengan cuidado, diputados: no lo hagan en serio. SEBIN, fue solo un chiste.
Esta entrada tiene 3 comentarios
Excelente!
Tenía razones para seguirte, rascando con la uña bajo la coraza de muchachito irreverente nos demuestra s que te tomas tu trabajo muy seriamente. Te felicito, hay esperanza!
Excelente y si, el humor que remueva podria ayudar a despertar conciencia pero debe permear a la masa……y debe ser expresado por un quién (s) quiera (n) a nuestro país.