#NoDiario: Miércoles, 27 de marzo

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Sigue el apagón en todo el país. A las 5:00 de la mañana se fue la energía hasta en los lugares donde había sido restituida. Los usurpadores dijeron que fue una “falla”. Esta vez sí, todas las anteriores no. Menos mal reconocen que son falibles. Ya íbamos a pensar que ningún problema del Estado es responsabilidad de quienes controlan el Estado. De todas maneras, ya pasaron a la historia como los mandatarios más infalibles de Venezuela, aún por encima de Chávez, cuyas fallas se debieron únicamente a que lo tenían engañado y no lo dejaban trabajar.

A pesar del apagón, hoy tuvimos sesión de fotos de la obra de teatro que estamos montando junto con el grupo Skena. Fuimos a Televen, donde hay planta eléctrica, a tomar las fotos. Sin planta, habría sido imposible hacerlas. Pero hay que trabajar, hay que mantenerse activo, tenemos que vernos las caras y drenar para poder seguir resistiendo a esta mierda. Además, esta obra que estamos montando, “El Tratamiento”, del español Pablo Remón, está muy buena. Es una comedia divertida, pero sentimental. Una historia que conmoverá a nuestro público, que tanto lo necesita.

Casualmente, hoy es Día Mundial del Teatro. Me lo dijo uno de mis queridos compañeros, el actor y cofundador del grupo Skena, Juan Carlos Ogando. Me comentó una reflexión: “es curioso que el teatro sea un arte efímero” y le comenté que Albert Camus decía algo así en su maravilloso ensayo titulado “La comedia”. (Aprovecho de buscar el texto, que dice exactamente: “el actor reina en lo perecedero. Es sabido, que de todas las glorias, la suya es la más efímera. Pero todas las glorias son efímeras. (…) De todas las glorias, la menos falaz es la que se vive”).

Vuelvo a Juan Carlos, quien me comentó una cita de un escritor, cuyo nombre no recuerdo, que decía, más o menos: “el teatro es un país, pues dondequiera que estés, estás en él”. Habitas en él. Me emociona la idea de comunidad imaginada que es este arte, en el que me estrenaré formalmente como actor, a finales de abril. Estoy nervioso, pero contento. Me encantaría no solo actuar, sino también escribir algún día, ser como Cabrujas.

Justamente, me pongo a leer a nuestro maravilloso escritor en este día especial, y me encuentro esta lección: “nuestro público, como cualquier público del mundo, quiere ver teatro. Pero lo que no puede ser es que yo salga al escenario para instruir a unos señores de algo, porque ni soy quien para hacerlo, ni es mi tarea en la vida. Mi tarea es participar con esos espectadores en algo, y tratar entre todos de encontrar algo; peor para eso yo tengo que parecerme a él y serle asequible y humano”.

No espere a que se arme el peo, salga a la calle y ármelo usted”.

juan guaidó

Hasta ahora he tratado de participar con esos espectadores en algo, narrar desde mi mirada algo que les identifique. Soy comediante: me paro en un escenario a decir cosas sobre la vida, pero las digo como Ricardo, nunca como otro.

Vuelvo a reproducir palabras de Camus que describen mejor estas ideas: “Es difícil decir en qué medida el actor se beneficia con sus personajes. Pero lo importante no es eso. Se trata de saber, solamente, hasta qué punto se identifica con esas vidas insustituibles. (…) Acompañan al actor que no se separa muy fácilmente de lo que ha sido. No, no es tan grande la distancia que lo separa de los seres a los que ha dado vida. Y entonces ilustra abundantemente, todos los meses o todos los días, esa verdad tan fecunda de que no hay frontera entre lo que un hombre quiere ser y lo que es. Lo que demuestra, siempre ocupado en representar mejor, es hasta qué punto el parecer hace al ser. Pues su arte es eso, fingir absolutamente, meterse lo más posible en vidas que no son las suyas. (…) Eso se llama perderse para volverse a encontrar.”

Albert Camus

Dos claves importantísimas nos da Camus para comprender esa especie de participación involucrada que Cabrujas llamaba “encontrar algo”: 1) los actores también nos identificamos con el personaje, no solo el espectador; y 2) perderse para volverse a encontrar, lo viven tanto el actor como el espectador, no en sus roles como actor y espectador, sino como personas que sufren y ven reflejadas sus dolores y alegrías, sus vidas, en la historia narrada.

Esta es la belleza del teatro. Es un arte empático, quizá tanto como la música.

El año pasado tuve una experiencia teatral. En Amorcondríacos, de mi amiga, la talentosa escritora Marianery Amin, interpreté a un personaje llamado el “Gestor del Amor”, que cantaba música que yo compuse especialmente para la obra. Pero en el fondo era yo mismo jugando a ser alguien como yo. Ahora voy a jugar a ser otros. Sí, en plural. Porque cada actor interpreta a varios personajes.

Hablando de personajes, hoy habló Guaidó. En resumen, pidió a la gente salir a la calle y protestar cada vez que se vaya la luz o el agua. Pidió no apaciguarnos, básicamente. “No espere a que se arme el peo, salga y ármelo usted”, dijo. Es difícil pedirle a un pueblo la energía que ya no tiene. La gente solo tiene fuerza para resistir, para buscar agua, gasolina, hielo, preservar su comida. Yo soy un privilegiado, tengo luz desde la mañana, gracias a la misericordia de Corpoelec.

Se acaba de ir la luz. Qué ironía tan bella. Lo escribo y no lo creo. Unos cinco minutos después de escribir “tengo luz desde la mañana, gracias a la misericordia de Corpoelec”, se fue. Palabra cierta. Inmediatamente, la gente de la cuadra gritó: “¡Maduro!”, y algunos respondieron: “¡Coñoetumadre!”. Palabra cierta, otra vez. Se activó un cacerolazo espontáneo, pero dudo que salgan a la calle a formar peo, como pidió Guaidó, pues la calle está oscura y llena de terrores, como se dice en Game Of Thrones. En la Caracas oscura vive el horror, los colectivos o los organismos de seguridad del Estado, que son dos caras de una misma moneda. La gente prefiere mantenerse resguardada en sus casas, alzando su voz desde allí.

Aquí nadie se acostumbra, aquí se resiste.

Subo este post sin luz, gracias a un hotspot (BAM) con señal Digitel que compré hace meses. Ya no podré seguir leyendo a Cabrujas ni a Camus. Pero repito con ellos que “mi tarea es participar con esos espectadores en algo, y tratar entre todos de encontrar algo”, pues mi arte “es eso, fingir absolutamente, meterme lo más posible en vidas que no son las mías.” Por eso, escribo lo que nos pasa a todos. Para que algún día, de toda esta palabrería drenada, de esta sobrevivencia indeseada, encontremos algo que nos diga que la vida vale la pena ser vivida.

Quizá el teatro sea una de esas cosas. Feliz día a todos los que hacen teatro, desde actores hasta técnicos. Son ustedes, perritos.

PD: Mientras releía el borrador, una vecina gritó “¡Maduro!”. Nadie le respondió. Agota la indignación. Hay que descansar de ella, para no desgastarse.

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